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Son 27 horas que traen aparejada polémica. La Teletón une, pero no está exenta de críticas incluso de personas con discapacidad. 

Que es lacrimógena, asistencialista, que no aborda el tema integralmente. Puede ser o haber sido cierto. Porque la Teletón no es la de hace 38 años y los organizadores han asumido errores.

Hoy los spots sí hablan de inclusión no sólo de rehabilitación, hoy hay más humor en testimonios que igual emocionan porque mover un dedo o volver a sentarse, después de un accidente o cuando se nació sin poder hacerlo es para esas personas verdaderos ascensos a un Everest personal.

¿Falta? Sí, claro. Debería incorporarse lengua de señas, hablar de temas como la sexualidad, educar más. 

Hay que asumir que las empresas no aportan sólo por generosidad sino por la publicidad, pero es importante cuestionar si es válido que se reciba dinero de empresas que han reconocido actos como la colusión del papel.

¿El Estado debiera asumir la rehabilitación? Sí, pero no lo hace. Y mientras: ¿vamos a condenar a estar postrados a esos niños que no pueden pagar? Pero además. esta cruzada, perfectible, nos recuerda que juntos podemos hacer algo grande, importante. Son 27 horas pero cada año hay 8.760 horas de amor profundo, constante, en los institutos Teletón donde 90 mil familias se han rehabilitado.

Debiera la Teletón, que ayudó a sacar de sus casas a quienes escondían, servir hoy para que entendamos que este día y tres horas tiene que ser parte de la inclusión integral de chilenos y chilenas con discapacidad física o intelectual. 

Que donar no debe entenderse como caridad sino como un intento de emparejar en algo la cancha para estas personas. 27 horas entonces no sólo de amor sino de justicia y dignidad.

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