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A los 89 años ha muerto Agustín Edwards Eastman, una de las figuras más influyentes del último medio siglo en Chile. El quinto de la saga de los Agustines, heredó con apenas 29 años un imperio económico y el diario más influyente del país.

Edwards concentró su energía en El Mercurio, y lo convirtió en una formidable fuente de poder. Admirado y temido en partes iguales, hizo de sus editoriales el espacio más influyente de la sociedad chilena.

Anticomunista, cooperó con la Agencia de Inteligencia Norteamericana evitar la llegada de Salvador Allende al poder, y luego, para derrocarlo. Durante el gobierno de la UP, Edwards se autoexilió en Estados Unidos como vicepresidente de la Pepsi y tuvo un rol clave articulando junto a Henry Kissinger y el jefe de la CIA, Richard Helms, el plan para derrocar a Allende. Como muestran los documentos desclasificados por Estados Unidos, Edwards entregó información clave para organizar un golpe de estado.

En los años siguientes,según documentos desclasificados or la CIA,  El Mercurio recibió 2 millones de dólares en fondos encubiertos de la intelogencia norteamericana y 100 mil dólares de la multinacional ITT, para propaganda contra Allende. Ya en dictadura, los diarios de Edwards la apoyaron y en muchos casos ocultaron o desinformaron sobre las violaciones a los derechos humanos.

El legado de Agustín Edwards, como el de todo protagonista de la historia, es complejo, y tiene luces y sombras en que se mezclan su dimensión personal, su rol como jefe de una gran empresa y su enorme poder político.

Pero sin duda el haber, junto a una agencia de inteliogencia extranjera, ayudado a derrocar a un gobierno malo bueno o regular, según quién opine, pero democráticamente electo, es una mancha sin la cual su legado no puede entenderse a plenitud.

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