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Una bofetada a los abusados por sacerdotes. Así debe sentirse la reacción del Vaticano frente a la acusación de la justicia australiana contra el cardenal George Pell, encargado de finanzas en Roma.

Alguien que en su país ya había sido cuestionado por trasladar a un sacerdote abusador y por hacer oídos sordos como obispo frente a denuncias.

Alguien que hoy dice querer colaborar con la Justicia cuando la ley lo obliga, pero que hace años (pretextando mala salud) se negó a viajar y declarar ante la comisión gubernamental que investigó los abusos por décadas de prelados de la Iglesia Católica Australiana.

Detrás de ese hombre, no precisamente un desamparado,  el Papa decide poner todo el respaldo del Vaticano.

Todos tenemos derecho a la presunción de inocencia, pero qué hay de las víctimas?  Es respetuoso hacia ellas por parte de Francisco declarar que reciben con desagrado el proceso judicial contra George Pell y que confían porque lo conocen en su honestidad?  Por qué si lo que claman los posibles abusados es el derecho a que los tribunales actúen eso molesta?

Es el Papa que trató de tontos influidos por zurdos  a los católicos de Osorno por alegar contra el obispo Barros por su posible encubrimiento a Karadima.

Lo mínimo era un poquito de neutralidad. Pero no, el Papa decide a quien creer antes que hable la Justicia. Y eso violenta a quienes ya una vez fueron abusados por sacerdotes y dejados en  el desamparo por la Iglesia Católica.

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