{"multiple":false,"video":[]}

Uno, dos o tres días sin energía eléctrica… Sin luz, ni refrigerador.

Una, dos o tres noches  y para no pocos sin agua caliente y sin calefacción en medio de temperaturas bajo cero.

A apenas 1 mes de los prolongados cortes por un temporal de viento, otra vez un evento meteorológico anunciado con días de anticipación colapsó la capacidad de respuesta de la eléctrica Enel y también afectó a clientes de CGE.

Por horas y días no se desplegaron suficientes equipos de emergencia. Y mientras los usuarios ni siquiera recibían una respuesta sobre plan de trabajos o tiempos de espera, un director de Enel reclamaba indignado por redes sociales que no le había llegado el diario a su casa.

En el fondo, el problema es el mismo que con el agua potable: son monopolios, cuya rentabilidad no depende de la satisfacción del cliente, porque no podemos castigar el mal servicio cambiándonos de compañía.

Las ganancias dependen de la regulación del Estado, que debe dar incentivos correctos para premiar el servicio, exigir inversión y castigar con multas que duelan negligencias como la que hemos sufrido en estos días.  

Por eso, es llamativo que en 2013 Enel haya gastado al menos 1 millón de dólares en entregar plata a campañas. Dinero que podría haber ayudado a soterrar cables, cambiar transformadores o contratar cuadrillas.

Aquí es donde se necesita a un regulador fuerte y del lado de los clientes. Porque cuando una empresa monopólica no brinda un servicio básico, los usuarios no podemos amenazarlos con un corte en trámite. 

Tags:

Deja tu comentario